jueves, 27 de diciembre de 2012

Lanzarote, eterna primavera en la isla


Sabías que Lanzarote, la isla más oriental de las Islas Canarias es conocida como “‘eterna primavera”. Recibe este nombre gracias a su maravillosa temperatura mediana anual: 21 grados. Es por este motivo que los viajes a Lanzarote se pueden realizar a cualquier época del año, puesto que siempre nos encontraremos con un tiempo ideal.
En sus 845,93 kilómetros cuadrados, podemos encontrar gran cantidad de volcanes que se extienden, debido a la gran actividad volcánica que sufrió a principios del siglo XVIII. Este hecho le aporta un toque muy especial, puesto que sus paisajes son difíciles de igualar.

Aun así, cuenta con innumerables contrastes, de entre los cuales destacan sus tierras secas, con oasis de palmeras y playas impresionantes con aguas transparentes. Esto último es, precisamente, uno de los motivos por los cuales muchos viajeros escogen pasar sus vacaciones en Lanzarote.
El mar que rodea Lanzarote suele ser tranquilo y calmado, e invita tanto a nadar como realizar submarinismo. Los días de más viento y cuando el agua está más brava, también es posible realizar surf y kitesurf.

De entre estas playas, destaca el Caletón Blanco, con arena blanca de grano medio y rocas de lava negra del malpaís; ideal para toda la familia. Guacimeta, con aguas tranquilas y un largo paseo marítimo; el mejor para recurrirla a pie o en bicicleta. Cómo también Quemada, situada en la zona norte del Macizo de Los Ajaches, con 310 metros de longitud. Perfecta tanto para nadar como para fondearla.

Además, en esta isla se encuentra el Parque Nacional de Timanfaya, que está bajo la protección de la Reserva de la Biosfera de la Unesco. Ubicado entre los municipios de Yiaza y Tinajo, el parque ocupa una extensión de 51,072 kilómetros cuadrados y cuenta con más de 24 volcanes, como la Montaña Manada, la Caldera del Corazoncillo o la Montaña de Fuego.
A pesar de que las últimas erupciones se produjeron en el siglo XVIII, entre los años 1730 y 1736, todavía se produce actividad volcánica, habiendo puntos de calor que llegan a los 100-120 y 600 grados a 13 metros de profundidad. Por lo tanto, es muy normal ver géiseres- explosiones de agua caliente y vapor que salen a gran velocidad por algunos de los agujeros de los volcanes- cuando hagamos una visita al Timanfaya.
Ah! después de tanta playa y excursiones, no nos podemos olvidar de su historia, reflejada tanto a la arquitectura de la isla como a sus museos y galerías de arte. También de visita muy recomendada.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

El encanto de Caldas de Montbui


Caldas de Montbui, un espectacular paisage en el que perderse entre aguas termales y edificios arquitectónicos significativamente encantadores.

Llueve a cántaros en los bosques del Vallès. Un hombre con un arco —prodigio tecnológico acabado de inventar— observa desde la cueva estando como se empapa la tierra y confía que este otoño la cosecha de setas será abundante. El agua se escuela en las profundidades hasta 3.000 ó 4.000 metros, donde en grandes calderas de los dioses subterráneos hierve hasta los 130ºC y se ensarta arriba por la oscuridad de las rendijas geológicas hasta llegar humeante a la fuente del León, dónde yo lo estoy fotografiando con una cámara digital. El hombre del arco, está claro, ya no está, porque el trayecto del regreso a la luz ha durado 10.000 años.
En este largo y tórrido camino, el agua se ha enriquecido con minerales portadores de salud para las personas. Lo supieron los iberos y los romanos, que hicieron edificar un balneario del que hasta ahora se han descubierto diez piscinas, una de las cuales, no la más grande, podemos contemplar a pocos metros de la fuente del León.

Por los cuatro lados, la plaza es un punto neurálgico del termalismo de la villa: la fuente, el edificio romano, el Museo Thermalia, el balneario Broquetas y las termas Victoria, porque el turismo termal de hace dos milenios se ha perpetuado hasta nuestros días.

Pero el agua caliente también ha hecho más fácil la vida cotidiana de los calderins o, más muy dicho, de las calderines, que iban —y algunas todavía van— a hacer colada de balde a los lavaderos municipales, sin sufrir la penuria de las manos azules en invierno y con una ropa que queda más limpia y suave que a ninguno otro lugar.

Ubicados en las afueras del casco urbano para evitar a los vecinos las molestias del permanente alboroto que se generaba, cien años atrás estos lavaderos se abrían a las 5 de la madrugada y se cerraban a las 4 de la tarde. Quién sabe si aquel alboroto era sólo de hacer lavadero (explicar chismes), de hacer colada (sacar los trapos sucios de cada casa), o aquel punto de encuentro y comunicación favoreció los proyectos sociales de la gente de un pueblo que se ha significado por una activa vida cultural y empresarial.

Una empresa muy arraigada es la de los fideeros Sanmartí, dedicados desde el 1.700 y durante ocho generaciones a la fabricación de pastas, con sémola y el agua de Caldes. Aprovecháis para entrar a la fábrica, veréis una muestra de enseres antiguos y de los 52 tipos de pasta que se hace, y podréis comprar tanta cómo quered.

Mientras los Sanmartí estaban entretenidos elaborando los primeros fideos, a pocos metros se edificaba una de las fachadas barrocas más notables del país, la de la iglesia parroquial de Santa María. Dentro del templo es remarcable una Santa Majestad del siglo XII, que fue quemada el 1936. Gracias a Dios, los vecinos pudieron salvar la cabeza y el resto fue reconstruido.

Más allá, si nos perdemos por los callejones estrechados de los Corredossos, iremos a estallar en el Centro Democrático y Progresista. No estamos hablando de un partido político, sino de un ateneo popular fundado el 1870 y construido con las aportaciones en dinero y en mano de obra de sus socios. 140 años después se mantiene en plena actividad, con varias secciones musicales y teatrales, ajedrez, software libre y la opción de comer un menú bueno y barato, hecho con productos ecológicos y de proximidad, en una sala que desprende de sus paredes la pátina cálida que han impregnado unos socios que de una frase de Josep Anselm Clavé han hecho su lema:

“Instruíos y seréis libres, asociaos y seréis fuertes, estimaos y seréis felices”


lunes, 3 de diciembre de 2012

Salvador, Capital de la Alegría

Salvador de Bahía es la capital del Estado de Bahía y está situada al Noreste de Brasil. No sólo fue uno de los primeros enclaves europeos de América, sino que se convirtió en la primera Capital Colonial del Brasil. En 1510 un buque de nacionalidad francesa, con algo de tripulación portuguesa, naufragó en el río Bermejo, exploró y se asentó en la zona de manera más o menos improvisada, poblando paulatinamente la región, hasta que en pocos años, en 1522, Salvador se convirtió en la sede del primer obispo del Brasil, y el año de su fundación oficial fue en 1549.

Pelourinho, en Salvador de Bahía

En la actualidad es una metrópoli de casi 3 millones de habitantes y un área metropolitana con más de 3,7 millones. Es la 8ª ciudad de América Latina por su número de habitantes y la 3ª del país. Posee un gran puerto exportador y es un importante centro industrial, administrativo y turístico. También alberga una importante base naval en Aratu. Tradicionalmente sus festejos eran y son tan multitudinarios, que se ganó el apodo de “Capital de la Alegría”.

En cuanto a su interés como destino turístico, con sólo su centro histórico ya tendríamos suficiente, pues el pelourinho de Salvador fue declarado Centro Cultural Mundial por la UNESCO y en 1985 su centro histórico Patrimonio de la Humanidad. Pero la lista de lugares a visitar abarca desde maravillosas playas y parajes naturales, hasta monumentos, museos, teatros, etc.

Vista de Salvador de Bahía

Los lugares más destacados son el Mercado Modelo, el Elevador Lacerda que conecta la ciudad Baja con la Ciudad Alta, la Iglesia de Nuestro Señor de Bonfim construida en estilo neoclásico con su fantástica fachada en rococó, el Faro de Barra, el Parque Metropolitano de La Laguna y Dunas de Abaeté, espacio natural protegido, la Punta de Humaitá, el Farol de Itapuá, emplazado en la playa de mismo nombre, el Alto de Ondina, donde se ubica el zoológico, Marina de la Peña, el Solar de Unhäo, del siglo XVII y que alberga al Museo de Arte Moderno de Bahía, el dique de Tororó, el Parque de la Ciudad, el Parque Metropolitano de Pituazú, el Fuerte de San Marcelo, el Parque de San Bartolomé, el Jardín Botánico de salvador, el Mercado de San Martín o el querido Estadio de fútbol Octavio Mangabeira (Fonte Nova).